
FILOSOFÍA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
"La inteligencia artificial es casi una disciplina de las humanidades. Es en realidad un intento de entender la inteligencia y la razón humanas" Sebastián Thrun (Universidad de Stanford)
Asistí recientemente a la conferencia sobre filosofía de la inteligencia artificial que dictó mi amigo, el profesor Juan Carlos Vélez, en la sede de Libertienda, una vieja casona del barrio San Fernando, donde aparte de tomar un buen café o una copa de vino tinto, es posible escapar de la rutina leyendo algunos de los innumerables ejemplares que invaden cada rincón de aquel mágico lugar.
Fue allí, rodeado de fotos antiguas, objetos de anticuario y plantas exóticas, donde el filósofo de Univalle, inauguró el ciclo de charlas "Filosofía para todos" que auspicia el programa de Licenciatura en Filosofía de la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium.
La cita era entonces para hablar sobre un tema que ha apasionado a la comunidad científica durante los últimos lustros: la inteligencia artificial. Pero esta vez no se trataba de una charla informativa que diera cuenta de la definición y alcances de este campo del saber. El propósito era establecer la relación entre filosofía e inteligencia artificial a través de una presentación en la que el profesor Vélez nos aclaró inicialmente que la Artificial Intelligence, o A.I. (simulación de procesos de inteligencia por parte de máquinas, especialmente informáticos, tal como lo define la Teach Target ), tiene una relación directa con el aprendizaje, el razonamiento, la autocorrección y la adquisición de información y reglas para el uso de la información.
Desde esa perspectiva, la inteligencia artificial se basa en el desarrollo de algoritmos que pretenden imitar el funcionamiento de la mente humana. Para ello, se ha venido trabajando alrededor de varios frentes entre los que se cuenta la robótica y los sistemas expertos, pues la idea es crear máquinas capaces de pensar por sí solas. Sin embargo, dicha tarea no es fácil en la medida en que se debe desentrañar los misterios del cerebro y descifrar el entramado neuronal así como la mecánica de los algoritmos genéticos.
Cabe destacar, que dichos avances son el resultado de la sofisticación de instrumentos tales como la proyección de imagen de resonancia magnética (FMRI), la tomografía por la migración del fotón y el estímulo magnético transcranial, entre otros, han contribuido enormemente a comprender cómo funciona la mente. Por otro lado, gracias al desarrollo de la neurociencia, principalmente desde los años noventa, se ha podido integrar múltiples disciplinas, entre las que se cuenta las matemáticas, la informática, la química, para citar un ejemplo, en torno al estudio de los aspectos más fundamentales del sistema nervioso.
Estos intentos por acercarse a la naturaleza de la mente datan de la época de Aristóteles, cuando éste describió una serie de reglas que pretendían asociar el desempeño de la mente con una serie de conclusiones racionales. Ctesibio de Alejandría, por su parte, fue pionero en la construcción de una maquina autocontrolada, pero sin razonamiento. Sin embargo, fue Alan Turing , el célebre matemático y científico de la computación, quién diseñó una máquina capaz de realizar cualquier cálculo formalmente definido. En efecto, este criptógrafo inglés, considerado el padre de la I.A (inteligencia artificial)., creo el test de Turing en 1950, cuya intención era intentar definir un estándar por el cual se pudiera conocer si una máquina podía ser llamada "inteligente". Turing además planteó la posibilidad de desarrollar una única máquina que pueda ser utilizada para computar cualquier secuencia.
Ahora bien, las múltiples aplicaciones prácticas de la inteligencia artificial en nuestro mundo actual (drones militares, edificios "inteligentes", vehículos sin conductor, aplicaciones de celulares, robots enviados a la luna, satélites que orbitan el espacio, sistemas usados para predecir el mercado de valores, modelos de la emoción experimentales para robots de compañía, etc. ), nos conducen a pensar acerca de los alcances positivos y negativos que puede llegar a tener el desarrollo de la I.A.
Superada la discusión entre si es factible que una máquina puede pensar o no, sólo resta resolver un interrogante inmediato: ¿Puede una máquina llegar a sentir como lo hace un humano? Se sabe que recientemente la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), ha diseñado un sistema de inteligencia artificial cuya principal función es proporcionar emociones sintéticas a diferentes máquinas. Este progreso de la I.A. publicado en la revista Applied Soft Computing , permitirá que las máquinas sean más autónomas y capaces de interactuar con el ser humano.
Más allá del debate ético que plantea el desarrollo pleno de la inteligencia artificial; de las visiones apocalípticas que nos ofrecen las distopías; de la literatura de ciencia ficción y el cine de Hollywood, es importante evaluar los diferentes puntos de vista al respecto, así como los probables escenarios que se pueden presentar en un futuro próximo con respecto a los avances tecnológicos.
Pensar en I.A. es también pensar en máquinas virtuales. Es preguntarse si la mente humana es a su vez un sistema de mecanismos virtuales. Dado que la Inteligencia artificial tiene que ver con la creación de modelos mentales, la filosofía artificial aborda el problema de la mente-cerebro, de los procesos de los estados mentales tales como la percepción, la memoria, el razonamiento, entre otros. Esto implica un abordaje desde el punto de vista formal y cognitivo. De hecho, La filosofía de la mente ha generado a su vez la categoría de antropología cognitiva que se ocupa de la explicación de los signos, estructuras y la naturaleza del conocimiento, tal como expone Fernando Alvarado.
A manera de conclusión, el profesor Vélez plantea la posibilidad de la existencia de una mente sin cerebro, es decir, el desarrollo del razonamiento a través de la inteligencia artificial. En suma, nosotros más que una mente y una mente es más que el hecho de seguir un algoritmo. Es decir, la identidad personal está determinada no solo por la mente, sino por la mente en el cerebro y el cerebro en un cuerpo en un contexto evolutivo y socio-cultural. Aquí cabe preguntarse si esa mente artificial sería realmente humana?