LAS PARADOJAS DE LA DEMOCRACIA

29.08.2018

A propósito de los resultados de la consulta anti-corrupción en Colombia

El reciente resultado de la pasada consulta popular en Colombia, que no logró superar el umbral de los doce millones de votos, puede ser analizado desde dos perspectivas:

La primera nos ofrece un panorama desalentador, en la que un sector considerable de la población, afirma que no haber alcanzado la meta es un rotundo fracaso.

De hecho, las innumerables manifestaciones de indignación (memes, twits, estados, etc.) dan cuenta del desencanto provocado en gran parte por el hecho de que más del 68 % de la población no participara, negando así la posibilidad de castigar a los corruptos. Y eso que Colombia pierde $50 billones al año por causa de este cáncer que ha hecho metástasis en todas las esferas de lo público y lo privado.

Del mismo modo, el fenómeno del abstencionismo, nos trae a colación las palabras de Marcel Gauchet, quien afirma que a pesar del triunfo de la democracia, ésta se descubre prisionera de un profundo malestar, golpeada por un movimiento de deserción cívica de gran envergadura que la abstención cívica y el repudio del personal político apenas alcanzan a reflejar.

Esta paradoja de la democracia se torna más evidente en el caso colombiano por el desinterés que produce la participación en los procesos electorales. Tal vez porque la democracia no se considera como un estilo de vida impregnado de unos contenidos éticos, donde la autonomía y el compromiso movilicen acciones en torno a la defensa de los derechos ciudadanos. Derechos que como afirma Norberto Bobbio, representan un triunfo de la democracia liberal y no están sujetos al regateo político.

Desafortunadamente las prácticas clientelistas en Colombia siguen influyendo en el desarrollo de los procesos electorales. Para nadie es un secreto que la compra y venta de votos, la coacción de los líderes locales y la tendencia a pensar que todos los mecanismos de participación están ligados indisolublemente a la politiquería, son factores que determinan los comportamientos "democráticos" de muchos ciudadanos.

Se agrega a esto, el peso que tiene entre los electores las noticias falsas y las campañas de mentiras, que fueron orquestadas por los enemigos de la consulta. Tal como advierte Maurice Joli, en su célebre Dialogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu: En todos los tiempos, los pueblos, al igual que los hombres se han contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias, no piden nada más.

El segundo panorama, nos perfila otra realidad diferente que logra imponerse al pesimismo generado por los resultados adversos de otras votaciones tales como el plebiscito del año 2016, en la que resultó ganador el NO con el 50.21 % de la votación.

En fin de cuentas, porque la votación obtenida en la consulta popular anti-corrupción (11.671.420 sufragios), representa un hito para el sistema democrático colombiano. Por tanto, parece claro que su influencia terminará impulsando la agenda pública contra la corrupción, ya sea por la gestión presidencial (el Proyecto de Ley anti-corrupción) o por la presión ejercida por la ciudadanía a través del mandato popular.

Así, pues, este resultado tiene una enorme fuerza política debido a que representa un gran caudal electoral para quienes impulsaron la propuesta (Claudia López y sus aliados, para citar un ejemplo).

Todo esto nos lleva a pensar en la posibilidad de un nuevo destino para Colombia, en el que, como proclama Daniel Samper Ospina, un silencioso movimiento ciudadano se levanta sin ruido para pedir que el país cambie. Dicho brevemente: Este no es el fin de la historia, sino su comienzo.


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